El dibujo es generador de ideas, activa los códigos internos de cada creador y deja una huella que se convierte en un potente motor de posibilidades artísticas. Luego suelen venir variantes de esos bocetos y una acomodación paulatina hacia el medio final elegido. Estos dibujos primarios son rayones, manchas, líneas imperfectas, salidas de margen… No importa, solo sirven para entender, descubrir y caminar hacia un objetivo.
Y es que parece normal que casi cualquier proceso artístico comience con un bosquejo a lápiz para definir lo que será una obra más ‘completa’ como una pintura, una escultura, una ilustración o, incluso, una performance.
Pero no tiene porque ser así, quizá esa obra mayor sea ese dibujo ‘mal’ hecho, quizá ese trazo rápido sea más expresivo que cualquier óleo con semanas de trabajo o, incluso, aquel estudio de volúmenes sea más ‘real’ que la propia escultura final. Porque dibujar no es solo copiar un modelo, es también garabatear con un bolígrafo mientras pensamos en las musarañas. Trazar con los dedos líneas imaginarias en el aire o arrastrar el polvo de un coche sucio.
El dibujo es libre tanto como lo sea su autor. Libre de saber que nunca se dibujará como se quiere. De entender que la mente sintetiza más rápido que la mano y que, continuamente, regenera intenciones e intereses. Por tanto, dibujar es acto y no fin.
O lo que es lo mismo, la mente estará un paso más adelantada que el trazo, por eso es común la frustración de muchos autores al no aceptar lo representado con lo imaginado.
Quizá aceptar el ‘error’ sea el verdadero acto de dibujar ya que la perfección en las disciplinas creativas no existe. Incluso, quizá las disciplinas artísticas debieran tratarse como lenguaje y no como ‘disciplina’ ya que va contra natura, por ejemplo, el intentar coartar la libertad basándose en un concepto clásico de Arte como la figuración o el paisajismo: esas tendencias de representar la realidad son solo una pequeña muestra del gran espectro al que puede llegar un dibujante. Pero, ¿cómo deshacerse de los complejos de años de cultura clásica y bombardeo de obras ‘perfectas’ occidentales? Observando otras culturas, investigando técnicas no convencionales, aceptando la incertidumbre, dibujando de otra ‘forma’, y sobre todo, volviendo a tener la espontaneidad de un niño.
Por suerte, esta tesis no es nueva y ya se conocen métodos para desprenderse del academicismo y de lo que es ‘correcto’ e ‘incorrecto’. A continuación nombramos unas pocas técnicas para romper con lo citado, pero las variantes son infinitas y lo mejor es que cada uno, puede inventar las suyas propias.
Es el momento de empezar a dibujar de verdad y que de las limitaciones nazca un estilo, único e inclasificable.
Tal como es cada uno.